Por: Laura Herrera Pisco y Katherin Ojeda Dueñas, Universidad de Boyacá – Sede Sogamoso.
Para el año 2014 la fundación Jischana Huitaca ha venido trabajado temas de la gestión por la seguridad y soberanía alimentaria en el Municipio de Sogamoso con las veredas de Dichavita, Morca y Pedregal bajo, donde se encuentran personas que sin importar la edad hablan del campo con alegría y entusiasmo puesto que es quien les ha permitido tener comida en la mesa y en algunos casos educación para los miembros de la familia, en el año 2017 nosotras Laura Herrera Pisco y Katherin Ojeda Dueñas como estudiantes de la Universidad de Boyacá- sede Sogamoso del programa Administración de empresas, con la colaboración de la Docente Lina Otálora Gómez tutora del área de Proyección Social de la universidad desarrollamos con los campesinos diferentes talleres y capacitaciones en patrimonio cultural los cuales permitieron compartir ideas, valores y un sinfín de historias de cuando muchos eran jóvenes y solían disfrutar y trabajar más en su campo bello, historias que surgen de sus actividades de aporcar y sacar la papa que un Martes a la madrugada bajarían a vender, y de paso, a comprar la manteca y la harina que podrían consumir durante algún tiempo, mientras la otra cosecha se podía recoger. Historias que cuentan de los niños que se ven felices corriendo hacia la escuela de la vereda que abre las puertas para brindarles nuevos conocimientos, y desde luego de aquellos que siguen en la lucha por vender la “papita” a los sogamoseños, pero una papa de calidad “sin tanto químico y con sabor de tierra” como lo dice Don Rafael junto a Don Gustavo, Don Patricio y Doña Esperanza con más de 90 años de edad.
Hemos realizado un estudio de mercadeo que ha permitido obtener conocimiento de la aceptación de la agricultura orgánica, el precio asequible para la comunidad, la cantidad adquirida y la presentación, además de las preferencias de hierbas aromáticas, hierbas condimentarías, tubérculos y verduras en la población sogamoseña, con el fin de lograr satisfacción en los clientes y menor desperdicio en la producción de las comunidades.
A través de las diferentes actividades realizadas para este estudio observamos cómo la gente que no trabaja en el campo también desea y añora tener comida saludable en su mesa, esperando no dañar su salud y contribuir al campesino de su tierra, que no tenga que invertir en químicos y transporte para llegar a la plaza muchas veces a regalar su trabajo o a engañar al cliente con productos de sabor a químico.
Por otro lado, hemos tenido un contacto cercano con los campesinos lo cual nos ha permitido valorar y apreciar nuestra cultura agrícola que ha crecido tanto en esta región; ha sido un trabajo único y que ha aportado grandes valores, no solo en el aspecto intelectual sino afectivo y humano, dejando una huella intachable en el corazón y en la vida tanto de nosotras como de cada una de las personas que han venido trabajando este proyecto para lograr sus metas y el sueño de poder comer sin químicos o mejor dicho “comer papita con sabor a tierra”.